A primeros de febrero el jardín empieza a moverse, algunos
capullos ya están regordetes y unos pocos adelantados abren: las margaritas, las
vincas y el membrillero japonés. Este último florece dos veces al año, la
primera es en este mes, se cubre de un rojo carmín muy llamativo.
Esperaba impaciente estas flores porque me entretienen mucho
las manualidades que se pueden hacer con ellas. Había ojeado algunos tutoriales
de estampación floral en tela y encontré uno que me llamó la atención por su simplicidad.
Consiste en golpear con un martillo de goma la flor, recién cogida, sobre la
tela, fácil ¿no?, la duda fue cómo fijar los colores para que pudiesen aguantar
el lavado, seguí algunos consejos, cuestionables, y no, no funcionaron. Por deducción,
compré un impermeabilizante para tejidos y con un pincel apliqué una capa sobre
las flores, algunas resistieron el tratamiento y el lavado, otras… cambiaron el
look.
El tono malva de la vinca quedó perfecto, el botón de la
margarita también conservó el amarillo, la hoja de la nandina, de color fresa, derivó hacia el guinda, y la flor del membrillo… no sé, entre un rosa cereza y lila. Ya veo que
voy a enloquecer cuando llegue la primavera, y aunque tengo tiempo para
experimentar, no quiero que se alargue, así que seguramente me apunte a un
taller.
Recogiendo las plantitas para el trabajo encontré un trébol
de cuatro hojas, tantas veces que lo busqué y ahora aparece sin más, por
casualidad, qué cosas. Espero que me de mucha suerte, porque tengo que
repartirla.