martes, 2 de noviembre de 2021

Jabón de coco, colofonia y raíz de lirio



“Después de secarse con las suaves pieles, las extendieron en el suelo y se sentaron en ellas a tomar el sol. Ayla cogió el peine de cuatro largas púas hecho de marfil de mamut, regalo de Deegie, su amiga mamutoi, pero cuando se disponía a peinarse, Jondalar la interrumpió. 
–Déjame que lo haga yo – dijo tomando el peine. 
Se había aficionado a peinarla cuando ella se lavaba el pelo, complaciéndose en el contacto de su espesa melena húmeda mientras se secaba formando suave y elásticos mechones, y ella se sentía mimada como pocas veces.”    (Los hijos de la Tierra – Jean Marie Untinen)

 

Es el que utilizo para el pelo, está hecho con aceite de coco, colofonia y raíz de lirio. Veis que solo lleva un aceite, cien por cien coco, macerado con lavanda y caléndula. 

Lo peculiar del jabón es su sobreengrasado, del 25 %, ¿por qué tan alto?, porque el aceite de coco contiene una inmensa cantidad de ácidos grasos saturados (láurico, caprílico, caproico y cáprico) que aportan abundante espuma limpiadora demasiado potente para la piel, removería y llegaría a eliminar los aceites naturales que ella misma PRODUCE y NECESITA para estar hidratada. Hay que ponerle bastante sobreengrasado sí o sí. 

Este jabón gelifica y endurece rapidísimo, sin necesidad de aplicarle calor, en cuatro horas lo corté y lo sellé. No queda el “esperado” jabón blanco porque la colofonia (se usa para ablandar la barra y fijar el aroma) da ese color crema y porque además, las altas temperaturas que se alcanza con esta mezcla a causa de la reacción química, alteran la tonalidad del jabón, siempre a bien, para mi gusto.

Sin cera de abeja, y es que después de mucho probar me inclino, a pesar de lo que me gusta, por eliminar este ingrediente en los jabones para el pelo, funcionan mejor.

Otoño huele a naturaleza desnuda, suena a tambores lejanos, sabe dulce

 

Mirad cómo han crecido!

 

lunes, 19 de julio de 2021

¿Qué no haríamos por nuestras mascotas?

Mis nuevos compañeros: Ishi y Kai. Una chica evitó que los sacrificaran y los colgó en Milanuncios, allí los encontré. Antes de esto había escrito a dos protectoras y me contestaron que “no era apta” para cuidar a gatitos bebes porque mi casa carecía de protección para estos animales. Al ser una casa de campo, con jardín acotado por vallas no muy altas, podrían escapar, además mis ventanas no tienen mosquiteras, las puertas suelen estar abiertas, bueno, y algunos problemillas más. Me decepcionó muchísimo porque estaba segura de que me los darían, así que me enfadé al principio, pero luego comprendí su trabajo. 

Ahora, tan pequeños, los tengo super contralados, no les pierdo de vista. Y enseñándoles para que, en cuanto tengan edad, puedan andar en libertad por donde quieran, igual que su antecesor. Cazarán por la noche, pasearán al amanecer, treparán a los árboles…  sin collar y sin cascabel.

Os cuento sobre el jabón para nuestros amigos.

Es de aceite de oliva, sin olor, así no interfiere en sus finísimos olfatos, ya que, en el caso de los perros, el cuarenta por ciento de su cerebro está dedicado exclusivamente al análisis de los olores, existiendo una íntima relación entre el olor y el comportamiento. El olfato de los gatos, además de ser muy bueno, no solo le sirve para oler, sino que posee otro órgano adicional, el órgano de Jacobson, en la parte interior y superior de la boca, que le permite, una vez recogidos los olores del aire sobre la lengua, al apretarla contra este órgano, “saborear” dichos olores. Así que lo pensaremos dos veces antes de perfumar a nuestras mascotas.






lunes, 21 de junio de 2021

Velitas led con cera de abeja y parafina

Qué cálida es la luz de una vela, esto es lo que le ha hecho resistir el paso del tiempo y aguanta firme en una sociedad altamente tecnológica. Sigue con nosotros, no la necesitamos pero está en casi todos los hogares, digamos que es la contraparte de la lámpara, mientras que esta se usa para iluminar, la vela la queremos para oscurecer, convierte en penumbra todo lo que está a su alrededor con una luz super acogedora de encanto y misticismo. Tiene un significado simbólico escrito profundamente en nuestra memoria emocional. 

“Una vela basta. Que el cuarto esta noche
no tenga mucha luz. En la añoranza
en la ensoñación así, me entregaré del todo a las visiones
para que vengan las Sombras, las Sombras del Amor”

Y bueno, todo esto que os cuento es para explicaros una manualidad que justo sirve para sustituir a nuestra vela, qué contradicción. Ya sé, ya sé que donde se ponga la auténtica, hecha con cera de abeja, esencia aromática de miel y mecha ecológica de algodón, pues, no cabe otra, pero a veces por seguridad no es recomendable.

Y las velitas led…vaya, nos hacen un apaño cuando no podemos poner las que nos gustan en aquellos rincones que piden un puntito de luz (estanterías, vitrinas)

Al grano. Flores secas, cera de abeja y/o parafina, pegamento y cualquier recipiente de plástico o vidrio donde se puedan introducir velas de led mini son los materiales que se necesitan para esta manualidad. La improvisación es opcional.

No hay mucho que explicar porque es sencillo: se pegan las flores sobre el recipiente que hayamos elegido y lo introducimos por la base, lentamente, en la cera ya fundida. Cuando llegue a la altura que deseamos se saca despacito, se coloca sobre papel de horno para que enfríe y… ya está.

«No es de dónde tomas las cosas, es adónde las llevas.» – Jean-Luc Godard












lunes, 10 de mayo de 2021

Baño de jabón y gotas de lavanda


Claudia hace poco que está entre nosotros. Es una bebita rebuena, tranquila y comilona. Por las noches respeta el sueño de sus papás aunque esté despierta, se entretiene escuchándose sus gorgoritos o chupándose las manitas. Al amanecer espera a su madre con una sonrisa de oreja a oreja para su primera toma del día. Llora solo cuando se asusta o cuando se hace daño intentando jugar con el chupete. Risueña y muy disciplinada para lo chiquita que es.
Le encanta el baño y aunque pone carita de inseguridad al primer contacto con el agua, enseguida empieza a “nadar” contentísima y confiada de que está en su medio, tal vez porque le recuerde la estancia en el útero materno. Su mamá ahora solo le baña con agua templada, pero más adelante, a los cinco o seis meses, ya podrá prepararle un agua jabonosa clarita con dos gotas de aceite de lavanda ¡qué rico baño! Para cuando pueda sostener la espalda y sentarse, le dejará que juegue con la pastilla, si es que consigue atraparla. Luego de los baños vendrá la ducha, a solas con el jabón, pero mamá vigilando. Y lo más difícil, la pubertad, andará detrás de la adolescente intentando comerle el coco, bueno, persuadiéndola, de que el jabón es la mejor alternativa para una piel sana.
Confío mucho en la intuición de las madres, saben que la piel de su bebé es lo más tierno y que está desprotegida hasta que su sistema inmunológico se configure, mientras tanto, la mantendrán a salvo.
Los jabones son de aceite de oliva macerado con caléndula de temporada y lavanda. Quería ponerle manzanilla pero aún no ha salido, este año tenemos una primavera de contrastes y el jardín va retrasado por las lluvias y el mal tiempo. Dice el refranero “Primavera mojada, verano seco”, así que ojo con el agua, no la desperdiciemos.


Ha parado el viento y bajo los árboles hay esa luz sobrenatural que sigue a la lluvia (Marguerite Duras)

martes, 9 de febrero de 2021

Estampado en gasa con flores frescas



 A primeros de febrero el jardín empieza a moverse, algunos capullos ya están regordetes y unos pocos adelantados abren: las margaritas, las vincas y el membrillero japonés. Este último florece dos veces al año, la primera es en este mes, se cubre de un rojo carmín muy llamativo.
Esperaba impaciente estas flores porque me entretienen mucho las manualidades que se pueden hacer con ellas. Había ojeado algunos tutoriales de estampación floral en tela y encontré uno que me llamó la atención por su simplicidad. Consiste en golpear con un martillo de goma la flor, recién cogida, sobre la tela, fácil ¿no?, la duda fue cómo fijar los colores para que pudiesen aguantar el lavado, seguí algunos consejos, cuestionables, y no, no funcionaron. Por deducción, compré un impermeabilizante para tejidos y con un pincel apliqué una capa sobre las flores, algunas resistieron el tratamiento y el lavado, otras… cambiaron el look.

El tono malva de la vinca quedó perfecto, el botón de la margarita también conservó el amarillo, la hoja de la nandina, de color fresa, derivó hacia el guinda, y la flor del membrillo… no sé, entre un rosa cereza y lila. Ya veo que voy a enloquecer cuando llegue la primavera, y aunque tengo tiempo para experimentar, no quiero que se alargue, así que seguramente me apunte a un taller.

Recogiendo las plantitas para el trabajo encontré un trébol de cuatro hojas, tantas veces que lo busqué y ahora aparece sin más, por casualidad, qué cosas. Espero que me de mucha suerte, porque tengo que repartirla.

jueves, 14 de enero de 2021

Mantequilla vegetal de coco

 
Antes de hablaros sobre la crema, os voy a contar una anécdota que me ocurrió el día en que nevó tantísimo. Ese día estaba desayunando cuando oí pequeños golpes en el cristal de la ventana, mirad quién era
Sí, un pajarito que me pedía comida. Igual que en un cuento ¿no es para morirse de amor? 
Más tarde, cuando quitábamos la nieve alrededor de la casa, otro pajarito aún más pequeño que el anterior, con el pecho de color naranja, se puso a aletear alrededor de nuestros pies. Yo alucinaba, jamás había visto aquello, estaban hambrientos y vencieron el miedo a los gigantes humanos para poder acercarse y dejarse alimentar hasta recuperar las fuerzas. Al anochecer se marcharon, por suerte mi gato, con tanta nieve, prefirió quedarse dentro de casa, así me evitó el agobio de tener que vigilarle.
Dice Jennifer Ackerman que “los pájaros recuerdan, piensan, sienten, hacen regalos y aman”, pues ojalá que no se olviden de mí y vuelvan.

La crema nació de un error. Su fórmula la sé de memoria, solo que se me cruzaron los cables y puse el porcentaje de aceite de coco al 100 %, cuando lleva el 50, pero bueno… a veces los errores son aciertos y como el mundo sensorial de las cremas es amplio y admite muchas texturas, esta mantequilla vegetal la voy a incorporar a mi lista. Tiene un punto cremoso bastante rico, como el de un helado. Se funde enseguida cuando la pones en la piel y aunque al principio da la sensación de que va a ser grasosa no lo es, penetra rápidamente y deja la piel como a mí me gusta, transpirable e hidratada, en este orden. Lleva aceite de coco macerado con lavanda y rosas, agua, lecitina de soja, mucílago de lino dorado y cera de abeja. Los aceites esenciales son de hinojo y lavanda.
Para cuerpo y rostro.
El jabón es de aceite de oliva con cera de abeja y colofonia. Le puse raíz de lirio para fijar el olor, de lavanda. 
Para cabello, cara y cuerpo.


Y, como las semillas soñando bajo la nieve, vuestro corazón sueña con la primavera.
(Khalil Gibran)