Rita, Pocho, Flor, Dora, Juanita, Dulcinea, Casimiro, Armando,… son burros de raza zamorano-leonesa que se encuentran en peligro de extinción. Casimiro su cuidador vive con ellos y para ellos, cerca del Escorial, en la Sierra de Guadarrama y hablando con él te trasmite toda la ternura que siente por estos animales. Le conocí a través de mi hermano en una conversación de, como no, jabones: “tengo un amigo que hace jabones con leche de burra”, hablamos poco más y unos meses después, ayer, me trajo uno. Venía en una bolsita de arpillera y la abrí emocionada, me siento así cada vez que voy a descubrir un jabón nuevo. El color crema y la textura suave me gustó mucho pero el olor fue lo más, olía a lo que tenía, manteca de cacao. Lo probé con la punta de la lengua y era dulce, así que fui corriendo a la ducha a enjabonarme y adiviné los restantes aceites: oliva y coco. Un jabón purísimo y espléndido. Espléndido por la generosidad de sus ingredientes ¿Sabéis cuánto cuesta la leche de burra?, aproximadamente 140 € los 400 gr., y Casimiro tiene sobrante de esta leche. Una amiga suya que sabe de jabones le dio la idea y le formuló el jabón a su medida, con unos componentes que ya no tendría que cambiar, porque mejor… imposible.
Saqué uno de los míos para hacer una cata entre todos los que estábamos en la reunión (familiar) y coincidimos en que el de Casimiro dejaba el pelo más fino, con mi jabón el cabello tenía algo más de cuerpo (por la cera de abeja), pero hubo disparidad en el olor y es que yo fui la única que eligió el de Casimiro por esta cualidad, ese olor rumboso a manteca de cacao me fascinó.
Como veis en las fotos los jabones no tienen buen corte, pasó que me olvidé cortarlos a las 24 horas y endurecieron mucho y muy rápido, lo solucionó mi marido con una sierra eléctrica, qué pena. Llevan hidrolato de lavanda destilada a principios de agosto, aceite de oliva macerado con lavanda, cera de abeja y colofonia.
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