- ¡Anita!, ¿¡¡sabes a quién he conocido!!? -
- Pues no -
- ¡A un señor, de aquí del pueblo, que tiene colmenas y te va
a dar toda la cera que recoja! -
- ¿¿¡¡¡¡¡Sin limpiar!!!!!?? -
- No sé, pero ¿qué más te da? -
No, no me da lo mismo. No es lo mismo que te den la torta de
cera ya limpia a recibir trozos vírgenes del panal con su miel, jalea real, propóleo
y polen, todo incluido. Me fascinan las abejas y su trabajo, las admiro por su gran
comunidad solidaria, su organización, su sabiduría…vaya, que son ¡perfectas! Y
tener entre las manos parte de su mundo no tiene precio, para mí es el insecto
social más importante de nuestro ecosistema, es el auténtico especialista en
química natural.
Maurice Maeterlinck, poeta naturalista o científico con alma
de poeta, las describió así: “el alma del
estío, el reloj de los minutos de abundancia, el ala diligente de los perfumes
que vuelan, la inteligencia de los rayos de luz que se ciernen, el murmullo de las
claridades que vibran, el canto de la atmósfera que descansa”. En una de sus
reflexiones compara “el espíritu de la colmena” con la inteligencia humana, llegando
a la conclusión que la colmena alcanza un grado de perfección dentro de la Naturaleza
superior al del hombre: “Ningún ser vivo,
ni siquiera el hombre, ha realizado en el centro de su esfera lo que la abeja
en la suya, y, si una inteligencia ajena a nuestro globo viniese a pedir a la tierra
el objeto más perfecto de la lógica de la vida, habría que presentarle el humilde
panal de miel”.
¡Mira que es bonito un panal!, qué perfección de celdas, aún
hoy se preguntan los sabios si es mero instinto o inteligencia, yo me inclino por
la segunda, creo en su inteligencia grupal. Las he observado muchas veces cuando
trabajo junto a ellas en el jardín y las veo tan organizadas, con ese carácter
colectivo tan fuerte. Nunca tuve problemas con ellas cuando coincidimos en
alguna planta, nos respetamos mutuamente, además, hay flores para todas. Lo que
sí procuro es ralentizar mis movimientos para no asustarlas y entonces escucho
su murmullo, como dijo el poeta “el canto
de la atmósfera que descansa”, es igual.
Pues la cera que me regaló el apicultor venía impregnadísima
en miel, con olor fuerte a colmena, delicioso. Estaba emocionada. Eran casi ocho
kilos que se quedaron en kilo y medio de cera virgen, dos semanas limpiándola,
a cien gramos por día, fue todo un disfrute. Ya sabéis que la cera de abeja junto
con el aceite son básicamente mis componentes para cremas, bálsamos y jabones y
cada día estoy más convencida de que con estos dos principios activos cubro
todas las necesidades de la piel.
¿Conocéis la diferencia entre la cera de opérculo y la cera
de panal? La primera es la más clara que hay en el mercado y la más apreciada
por el apicultor, ya que no tiene tanto deterioro como la de panal que puede
contener hasta un 50 % de impurezas. ¿Y sabéis qué es la cera de opérculo? Antes
matizo que el término opérculo proviene del latín operculum, "tapadera"
y es una capa de cera con la que las abejas cierran las celdillas del panal
para proteger la miel y las crías. Según qué celdillas vayan a sellar el opérculo
será fino y poroso o denso e impermeable. Y es que para que sus crías puedan tomar
oxígeno y liberar gases tóxicos, como cualquier otro ser vivo, es necesario que
el opérculo permita el intercambio de gases (aire) entre el interior y el
exterior, por el contrario, los opérculos de las celdillas que almacenan miel deben
impedir ese trasiego para evitar la entrada de humedad, es lo que llamaríamos compartimentos
estancos provistos de aislamiento térmico.
Y si las abejas, que son tan inteligentes, cuidan amorosamente
a sus crías entre finas capas de cera o protegen celosamente su rico alimento en
una compacta celdilla hermética, también de cera, aplicando proporciones nada
más, ¿no podemos hacer lo mismo con nuestra piel?, realmente solo consiste en
“diferencias de estructura”, a diferente piel pues… distinto porcentaje de cera.
Chicas, hay que aprender de las maestras.
Jabón de cera de abeja, karité y aceite de oliva
Nutritiva de cera de abeja, karité, aceite de sésamo, hidrolato de lavanda y óxido de zinc
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