Aceite de oliva, manteca de cacao, cera de abeja, café y leche de cabra
“La madre naturaleza es providencial. Nos da doce años para
desarrollar nuestro amor por nuestros hijos antes de que sean adolescentes” -William
Galvin-.
Es como un antes y un después, al menos lo fue para mí. En
cuestión de pocos meses le cambió la voz, la piel, el pelo, la estatura… y el
comportamiento. Vestía de otra forma, se dejó melena, convirtió la habitación
en su santuario y día sí, día no, llegaba tarde a cenar. No sabéis cómo echaba
de menos al niño que dejó de ser y cómo me costaba entender al adolescente. Nos
pasa a todas, miramos asustadas los pasos tambaleantes que da el pollito al salir
del nido siguiendo el camino que los llevará a crecer como personas.
Pero ¿no creéis que hoy tardan demasiado en madurar? Se
habla del síndrome de Peter Pan, adolescentes eternos anclados en la niñez. Años
atrás había una especie de rito de iniciación adulta que ayudaba simbólicamente
a superar este trance: irse a la mili, sacarse el carné de conducir, empezar a
trabajar o ir a la universidad; era como un estímulo mental, un empujoncito
para ser mayores “en teoría”, sí que es verdad que hoy los adolescentes desarrollan
antes, pero demoran más en integrarse socialmente.
Les afecta bastante las modas o tendencias, los adolescentes
son carne de propaganda y manipulación, tienen que hacer un sobreesfuerzo añadido
para digerir todo lo que leen y todo lo que ven, para exponerse lo menos posible
a los medios de comunicación y a internet, y eso es tan difícil. Seguir la moda
es una norma social que les marca su día a día, en sus decisiones, conductas y actitudes.
Y aunque tengan su propio criterio este es muy flexible y tremendamente permeable.
Sentada en la puerta de un colegio solo hay que observarles:
llevan los mismos complementos, usan los mismos gadgests, hablan de los mismos
planes de ocio y utilizan las mismas muletillas al hablar. Es una manifestación
más de las conductas que rigen la sociedad y no deberíamos exigirles que tengan
un criterio estético de adulto. Se han de vestir como un adolescente, han de ir
a la moda, PERO NO ESTAR ATRAPADOS POR ELLA.
Mi hijo dejó atrás la adolescencia, afianzó su personalidad
y ¡sorpresa!, esto que nos vienen repitiendo los psicólogos sobre qué y cómo
debemos trasmitir a los hijos, pues había funcionado, veía comportamientos míos
en él, qué contenta. Lo decía la madre Teresa de Calcuta: “La palabra convence, pero
el ejemplo arrastra. No te preocupes porque tus hijos no te escuchan, te observan
todo el día”. O Albert Einstein “educar con el ejemplo no es una manera
de educar, es la única”. ¡Ojo!, enganchan lo bueno y lo malo, tened
cuidado que a veces nos descuidamos y no somos la mejor referencia.
En fin, que "la vigilancia eterna es la única solución"
(Deborah Belle), así que no se puede bajar la guardia. Y a propósito, jamás pude
convencer a mi hijo de que dejase de usar los champús de la tele y a día de hoy
aún espero que me pida un jabón, aunque solo sea para probarlo. Por si acaso,
siempre tengo alguno que pueda llamarle la atención. Este de café tal vez le
resulte atractivo, el pobre madruga tanto.
“La inspiración que le da un hijo a su madre la hace ser
especialmente aguda en los procesos creativos”