¿Os acordáis del jabón 100 % girasol? Sí, os hablé de él en la
última entrada. Pues hace unos días me preguntó mi marido si quedaba alguno. Voy
fatal de memoria y tantos le he dado que no sabía a cuál se refería. A la
mañana siguiente me trajo el trocito, a punto de terminarse, guardado en la
jabonera que deja en el gimnasio. De primeras no lo reconocí, pero al olerlo no
tuve dudas, era el jabón de girasol.
Le dije que los había regalado todos y con voz de súplica exigente
me pidió que lo volviera a hacer, -¡hace espuma como los de verdad!- (A los
chicos les encanta envolverse en espuma).
Así que, de vueltas otra vez con el jabón, me propuse hacer una
nueva intentona, con pequeños retoques para evitar ese olor rancio y esa textura
tan blandita.
No lo pensé mucho, le puse un porcentaje muy pequeño de aceite
de oliva y ¡a tope!, el máximo que admitía el jabón, de cera de abeja, todo lo
demás girasol ecológico, puesta a probar…
Sin añadirle color para ver su tonalidad natural, con tanta cera
subiría seguro dos o tres tonos, marfil o amarillo, estaba por ver.
Gelificó enseguida y al día siguiente, a las 24 horas, aún no
había perdido todo el calor, pero estaba a punto para el corte. El sellado lo
hice con la mínima presión, tenía un grado de dureza muy bueno. Y contentísima
con el olor y la tonalidad vainilla. Un jabón bastante equilibrado para llevar
porcentajes tan altos de aceite de girasol y cera de abeja.
Ya lo he probado y… es un gran jabón ¡el que mejor me deja el
cabello!
Hasta hoy, dos meses después de cortarlo, guarda el olor de los
aceites esenciales (manzanilla, lavanda y sándalo), cosa que me ha dejado
gratamente sorprendida pues es raro que con esencias puras el jabón mantenga su
aroma, intuyo que es por la cera de abeja.