Los primeros años de mi etapa
“descubriendo al jabón” no dejaba pasar un día sin reformular la fórmula ya
reformulada del día anterior. Estuvo bien como terapia durante algún tiempo,
hasta que encontré una lo bastante buena como para cerrar ese ciclo.
Conocía de oídas la marca comercial
“los jabones de mi mujer” y tenía muchas ganas de visitar la tienda. Un día de
paseo me acerqué y bueno, la encontré encantadora, así como a la dueña. Todo
estaba al detalle; ambiente, decoración, jabones, en un entorno espléndido. Le
pedí un jabón para el cabello, aconsejándome el de caléndula y, como creo en
los presentimientos, ya sabía que iba a ser bueno. Pues sí, de lo mejor que
había probado. El pelo quedó como a mí me gusta, no puedo decir más.
Por aquel entonces notaba que a
mis jabones les faltaba algo, les faltaba el encaje de las propiedades con la
textura, la estética y el aroma. Al poner en observación el jabón que había
comprado reconsideré algunas dudas y afiné la última fórmula: disminuí bastante
el sobreengrasado y el hidrolato, eliminé la cera de abeja (muy a mi pesar),
aumenté la proporción de manteca de cacao y cambié a oliva virgen extra
(empleaba el refinado). Estaba contenta con el resultado, pero a la siguiente
vez bajé un poquito la manteca de cacao y volví a recuperar la cera de abeja
en un porcentaje inferior al que tenía antes. Mejoró.
Desde entonces pocas variaciones
hago, exceptuando una vez que quise experimentar con aceite de girasol ecológico,
del que siempre tengo sobreabastecimiento, sin mezclarlo con otro, a sabiendas
que es el más indicado para que te enrancie rápidamente un jabón.
¡100% girasol!
Tuve que aguantar una semana
para cortarlo (aún estaba tierno) y ¡una semana más para ponerle el sello! Acostumbrada
a cortar y estampar el jabón a las 24 horas, se hizo eterna la espera. Tenía un
olor raro y la textura áspera, nada que ver con los míos. Solo quedaba
probarlos. Después del mes de curación su olor había empeorado, ya insinuaba el
enranciamiento, ahora bien, en espuma y cremosidad el jabón era espectacular.
Los regalé con la advertencia de que lo utilizaran ¡ya! y guardé uno para ver como
sufría el paso del tiempo. Envejeció mal, en aspecto y aroma, pero fascinó a mi
piel, era tan cremoso… En fin, que en ocasiones tenemos que renunciar a algo porque
todo no se puede y, aunque “los obstáculos son productos de nuestra propia
mente” (Nelson Mandela), no tuve más remedio que olvidar a este jabón.
Sé que os hubiera gustado
verlos pero no son nada agraciados, y fotos feas no voy a poner. El que veis
es de arcilla rosa, aceite de oliva macerado con rosas, karité, manteca de
cacao y cera de abeja.
La mejor agua destilada para los jabones!!
2 comentarios:
Que belleza de jabones! seras mi inspiración cuando aprenda la técnica de saponificion, por ahora solo glicerina manejo! felicidades!
Gracias. Te encantará aprender
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