“La diosa Naturaleza
Prolifera últimamente en las redes sociales un tipo de
usuario preocupado por el medioambiente pero en general poco informado y/o con
opiniones radicales, que disfruta abrazando tópicos como el tremendismo
apocalíptico o la visión “Disney” de la Naturaleza. Son personas que no dudan
en calificar al ser humano de “malvado”, “irresponsable”, “voraz”, “tarado”,
“asesino” y lindezas similares por su comportamiento con el entorno, metiendo a
todo el mundo en el mismo saco y advirtiendo de la casi inminente destrucción
del planeta.
Es cierto que a estas alturas del siglo XXI hemos
desarrollado una capacidad, difícil de imaginar hace poco, para perjudicar
amplias zonas de la Tierra, por ejemplo a través de la contaminación masiva o
de armas nucleares. Sin embargo, siempre me ha parecido un acto de absoluta
soberbia intelectual (tan típico del homo sapiens) esa fábula de aires
indigenistas según la cual podemos medirnos de tú a tú con la Naturaleza, como
si ésta fuera realmente esa abuelita amorosa e indefensa que soporta en
silencio cualquier desmán de su nieto.
No es así, la Naturaleza puede mostrarse de muchas
formas, pero es justa e implacable, carece de favoritismos. No puede ser de
otra manera, ya que se basa en el equilibrio. Existen leyes naturales, que a
veces contradicen las inventadas por la cultura y a la larga terminan
prevaleciendo por la sencilla razón de que no existimos al margen de la
Naturaleza: somos un mero fragmento del conjunto general, por muy importantes
que nos creamos. Ergo, si alguna vez logramos atentar de verdad contra ese
equilibrio, ella nos destruirá sin contemplaciones. Como lo ha hecho antes con
otras muchas especies y como lo hará en el futuro con otras tantas.
Éste debería ser el más poderoso de los argumentos para
proteger y respetar nuestro entorno, tanto en el caso de las personas
insensibles a las que les trae sin cuidado la conservación medioambiental como
en el de aquellas cuya motivación nace del amor hacia el planeta, hacia la
misma vida.
Por ello urge recuperar nuestra posición real en el
decorado y comprender a qué nos obliga, pues la existencia del ser humano tiene
un sentido dentro del equilibrio citado, aunque todavía no comprendamos bien
cuál es. La búsqueda de esa razón última es un juego apasionante que nuestros
ancestros cantaron en cuentos y leyendas en los que el héroe (el ser humano)
buscaba el tesoro (el sentido de su vida) con la ayuda de protectores mágicos
como enanos, elfos, magos o seres del otro mundo (simbolizando todos ellos a la
propia Naturaleza)”
Pedro Pablo G. May
(escritor y periodista ambiental)
Y una receta para un planeta más habitable, del
mismo escritor:
“Lo más urgente, con diferencia, es la educación
medioambiental de las jóvenes generaciones: potenciarla y multiplicarla por
todo el mundo, no sólo en los países occidentales. Cualquier otra medida que
queramos tomar no es más que un parche mientras la gente no comprenda
mayoritariamente que es esencial cuidar nuestro entorno. Sólo se protege lo que
se ama y sólo se ama lo que se conoce”
Con lo fácil que es quererla!!