Macerado de lavanda, extracto de lavanda, agua de lavanda. Todo el protagonismo para esta flor
Mirando al Sur
Hace una hora que amaneció. El aire fresco precipitándose en la
habitación al abrir la ventana, despeja
los residuos de somnolencia de mi perezoso despertar. Subo a la azotea y una
atmósfera diáfana y vivificante me envuelve con lazos de luz, que el Sol regala
esta mañana a raudales. Son suaves sus caricias.
Puedo percibir los contornos de cuanto me rodea con una
nitidez tan clara, que todo parece despojarse de lo superfluo ante mis ojos. Me
siento excitado. Un indefinido deseo murmura
en lo más profundo de mi ser y sin embargo no sé lo que es. ¿Quizá, esa alfombra
mágica a la que imploré vuelo? ¿Es un afán de aventuras que pinta sus primeros
trazos? ¿Quién sabe? Sea lo que sea, algo prodigioso ha de venir hoy a mí. Empieza
a manifestarse, aunque todavía es una nebulosa.
Siempre que el viento de poniente ciñe nuestra tierra, limpia
el aire y creo que hasta nuestras ideas. Es frío, pero nos permite mirar más
allá, invitándonos con su empuje a levantar cometas en busca de nuevas perspectivas.
Hace una hora que amaneció y tengo la sensación de que han transcurrido muchas
más. Mis pulmones se han saturado de oxígeno, me siento lleno de vitalidad.
Quisiera ralentizar el tiempo, bueno…mejor pararlo. ¡Oh!, me he dado cuenta que
al recibir tanta belleza en esta inesperada mañana, el tiempo de algún modo
dejó de existir. Fue pensar en él y se
materializó. Es cruel, y no obstante a
veces juega a nuestro favor…Vaya, ya empieza mi cabeza a dar vueltas, tomaré
otros derroteros.
Desde esta humilde altura, casi siempre sola, mi aprendiza de atalaya inmutable mira al
sur. Abarcando un amplio horizonte, hoy lo contempla conmigo. A lo lejos una puerta que conduce a lo más profundo de
África, nos saluda desde Marruecos y tras él, tórridos desiertos, cordilleras,
depresiones, selvas, ríos e inmensos lagos y todo preñado de una fauna increíble, compartiendo hábitat con una multitud de pueblos
cargados de exóticas y milenarias culturas.
Mañana será mi cumpleaños. Hoy, dicen que es el día de los
enamorados. ¡Ay! El amor, tan jovencito y ya me alborota. ¡Dios mío, que
agitado estoy!
Mientras contemplo a lo lejos el perfil de Cabo Negro, unas
manos más bien pequeñas y desde mi espalda; de forma inesperada tapan mis ojos, esperando su
dueña que la adivine. Son suaves, cálidas, tiernas, hablan sin voz…es muy
agradable su contacto. Me resisto, estoy muy a gusto disfrutando de esta
sensación, pero mi enigmático personaje más intranquilo termina presentándose.
Es mi guapísima vecina, cuya casa comparte azotea con la nuestra. La sorpresa
que me ha causado la hace feliz, ¡Ríe!
No digo nada, solo la miro, pero lo hago con tanta intensidad que ella parece
fascinada. Ahora su semblante es un signo de interrogación, ha notado en mi mirada
algo raro. Sonrío ligeramente y sin pensarlo mucho, la atrapo como a una
indefensa mariposa y posando mi boca
despacio, con mucha ternura, recreándome en lo sedosa de la suya, la retengo besándonos un buen rato.
Quisiera disolver el
tiempo para prolongar hasta el infinito este momento y al pensarlo, ¡maldita sea! Le hago regresar. Es entonces, cuando aparece
en mí la fogosidad de un encelado loco, beso cualquier desnudez de su anatomía,
su cuello, sus manos, sus ojos, sus hombros…y vuelta a su boca. Caricias y
promesas, juramentos y un derroche de
pasión desbordante, acompañada de sonidos, sabores y aromas inolvidables; que quedaron
prendidos para siempre en mi corazón.
Tenía que haber escrito sobre esta seducción aquel día de San
Valentín, no lo hice, pero aunque lo
parezca, el tiempo no ha ganado la batalla, Él, no puede dar marcha atrás, pero
mis pensamientos sí. Con estas palabras quiero homenajear a la génesis de
aquella mujer. Y deciros que el amor es mucho más que un suspiro en la memoria.
Mariano Álvarez Martín Setiembre 2015