La resina es una secreción natural de los árboles que actúa
como mecanismo de defensa frente a las agresiones de organismos nocivos -insectos,
bacterias, hongos- o por la pérdida de humedad. Su extracción, mediante un
proceso manual, es tremendamente laboriosa y a pesar del extraordinario
desarrollo de la industria química no ha podido ser sustituida debido a sus
muchas aplicaciones y al incremento de productos más ecológicos y sostenibles.
Antiguamente ya confiaban en su valor medicinal y sangraban
a los árboles para obtener estas resinas terapéuticas. Hoy, su uso como
antioxidante, antiséptico y conservante natural es muy apreciado en la
industria de farmacia y cosmética.
Resinas como el benjuí, incienso o copal a mí me sirven para
redondear el aroma, dando calidez y fijación a cremas y jabones. Se incorporan
al jabón en forma de tintura (disolución en alcohol) en la fase de espesamiento.
A las que os gusta hacer jabones y no las conocéis aún, tened cuidado pues
aceleran mucho la traza, ojo con entretenerse. Yo le añado una proporción del 6
% (se puede llegar hasta un 10 %) del peso de los aceites esenciales.
Para elaborar tintura de resinas:
A principios de marzo, cuando los árboles empiezan a
despertar de su letargo invernal, grabar un corazón en el tronco de uno de
ellos.
Volver para el verano y recoger las pequeñas gotas de resina
que se deslizan por la superficie.
Esperar a que estén secas para triturarlas.
Macerar durante 30 días en cinco partes de alcohol 80º por una de resina triturada.
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