Soy algo perezosa para caminar y
necesito motivarme. Hay una casa, cerca de la mía, que, por estas fechas, suele
tener crías de gatitos. La mamá de mi gato era de esta casa, muy dócil y guapa,
como su hijo. Bueno, es que también tiene perros y una cerdita. Imaginaos si tengo motivos para el paseo. Me enamoran los animales y esto me hace arrancar.
Una tarde fui allá con la
máquina de fotos y estuve con ellos hasta que anocheció, encantada con sus
juegos. La chancha hacía de mamá, cuidaba y jugaba con los gatitos y aunque tienen
a su madre, todas las noches duermen apoyados en la panza de la cerdita, que es
enorme y blanda.
Me pregunté mientras los
observaba cómo reaccionarían si los metiese en la bañera y los cubriera de
espuma. Seguro no les iba a gustar. A mi gato desde luego que no, vive en
semilibertad y las burbujas no forman parte de su vida. Lo suplo con buenos
cepillados que le vuelven loco, va dándose vueltas como una croqueta para que
el cepillado sea completo y por igual.
Si las mascotas viven en pisos
hay que bañarlos y aunque “pongan cara de perro” se van a acostumbrar.
Aconsejan una vez al mes y a buen juicio del que le cuida, con productos suaves
y que lleven ingredientes calmantes para evitar picores y sequedad de la piel.
El jabón es de aceite de oliva,
sin olor, para no interferir en sus finísimos olfatos, ya que, en el caso de
los perros, el cuarenta por ciento de su cerebro está dedicado exclusivamente
al análisis de los olores, existiendo una íntima relación entre el olor y el
comportamiento. El olfato de los gatos, además de ser muy bueno, no sólo le
sirve para oler sino que posee otro órgano adicional, el órgano de Jacobson, en
la parte interior y superior de la boca, que le permite una vez recogidos los
olores del aire sobre la lengua, al apretarla sobre este órgano, “saborear”
dichos olores.
Lo pensaremos dos veces antes de
perfumar a nuestras mascotas.
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