Tengo un vecinito en el pueblo
que es un encanto. Este verano charlando con su abuela y su tía me comentaban
que era uno de los pocos que ya le habían madurado los tomates. Asombrada les
pregunté si tenía huerto. Pues sí, hace un par de años, con sólo siete añitos,
le pidió a su abuelo que le dejara un trozo de tierra para plantar zanahorias, tomates, judías…, qué alucine, encontrar a un niño así hoy en día.
Al rato llegó, con una bici tres veces más grande que él y le cosí a preguntas.
Tímido pero resuelto, me decía, mirándome por encima de las gafas, que le
enfadaba mucho pillar a sus primas arrancando sus zanahorias “sin saber si
están pa comer”. Lo dicho, un encanto.
Después de más de un mes de este
encuentro aún siguen verdes los tomates y ya no van a madurar, así que seguiré
los consejos de la gente de por aquí y haré con ellos mermelada. Es admirable
el conocimiento que tienen de las plantas de su entorno, a ver, han crecido
junto a ellas, las comprenden mejor que nadie. Nada parecido esta vía de conocimiento tan cercana que tener que “pinchar en las redes”.
Pues, hace ya tiempo me abrieron
un escaramujo y me enseñaron qué se aprovechaba, “tiene mucha vitamina C”. Eso
es, un super antioxidante, y lo tenemos ahí, en el campo, gratis!!
¿Sabéis qué hacen en mi pueblo para conseguir la miel más fluida cuando ha endurecido? Introducen una zanahoria fresca en el tarro. A los pocos días ya la pueden verter sobre las tostadas. ¿No es mejor que el microondas?
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