El tema de la exfoliación o descamación me deja muchísimas
dudas. Hoy en día los dermatólogos están divididos sobre cómo, cuántas veces
habría que hacerla y qué piel la necesita (no es aconsejable, por ejemplo, en
adolescentes)
Ante esta incertidumbre lo más práctico es emplear el sentido
común. Sabemos que la piel tiene un manto hidrolipídico de grasa y agua y es su
barrera natural frente a los agentes nocivos del exterior, reponiéndose constantemente
con células nuevas en un proceso que dura alrededor de treinta días en pieles
jóvenes y más de dos meses en pieles maduras. En este último caso unas cuantas
ya no van a renovarse causando flacidez, arrugas, manchas, etc.
Es cierto que después de una exfoliación la piel queda luminosa,
firme, pero es el efecto sensorial inmediato y no deja de ser una pequeña
agresión más a la flora de nuestra piel.
Hay que tener mucha precaución con los peeling y tratamientos
cosméticos, ser muy exigentes con los productos que utilizamos y regular la
frecuencia con que se hace. Una exfoliación excesiva no permite a la piel
recobrarse y puede quedar dañada a largo plazo.
Conveniente, es exfoliar con cada cambio de estación y preparar
a la piel para la nueva época, dándole así tiempo suficiente para recuperarse y
regenerar las células dentro de su ciclo natural. Y que sea, a ser posible,
ecológica, suave y hecha en casa.
Al hilo de la cosmética casera os propongo una limpieza de cutis
que a mí me encanta elaborada solo con coco rallado (con almendras o sésamo queda también genial) y la podéis utilizar a
diario:
Poner 400 gramos de coco rallado (puro, sin azúcares añadidos) en
una batidora potente a la máxima velocidad y procesar hasta que se licúe (parando de vez en cuando la máquina para que no se caliente el motor), podéis dejarlo con una textura más espesa, tipo mantequilla, a vuestro gusto. Verterlo rápidamente en un frasco porque se
solidifica en pocos minutos. Y ahora decidid para qué lo queréis. Si es para
comer dejarlo a temperatura ambiente. Si es para limpiar vuestro cutis, en la
nevera o congelador (previamente de haberlo colocado en cubitos para el hielo).
De cualquier forma es una delicia.
¿Cómo lo usamos? Pues cada una como quiera. Yo lo humedezco
debajo del grifo y a continuación me doy pequeños masajes sin presionar por la
cara, cuello, escote y hombros. Aclaro y me seco a golpecitos. No vais a
necesitar crema, el coco ya lleva su aceite natural (muy ligero), y os va a
dejar la piel fresca e hidratada.
Otra ventaja más de este preparado es que dura bastante, fuera o
dentro de la nevera. Pero ojo, siempre que sea coco rallado deshidratado, con
el fresco no funciona. Ya en otra ocasión os contaré como hago la crema con
coco de temporada, es algo más complicada y aguanta menos tiempo, pero merece
la pena aprovechar al máximo las propiedades de esta excelente fruta tropical.