Una leyenda popular dice que “las perlas son lágrimas de una
remota luna tropical que caen al profundo océano y se solidifican”, bueno, es
tan bonita que hay que creérsela, pero hoy en día que el 90 % de ellas son
cultivadas, las numerosas narraciones y dichos que nos han llegado del pasado
referentes a su valía, no tienen la misma repercusión y valor semántico. Es una
pena.
Este es mi jabón para verano, adornado con una perlita y
pequeños trozos de conchas marinas, por supuesto redondeadas por la erosión.
Con aceite de oliva, argán, karité, ricino, coco, cera virgen y azúcar.
Siempre que viajo utilizo este jabón. Lleva un porcentaje de
aceite de coco y ricino mayor de lo habitual. La finalidad es hacer un jabón
más espumoso que pueda resolver en parte el problema de aguas duras que existen
en algunas zonas. Estas aguas tienen un alto contenido en minerales, sales de
magnesio y calcio, y no es el medio adecuado para que un jabón natural produzca
espuma, la limpieza es la misma pero la sensación y resultado son diferentes. Le
añadí azúcar que ablanda la pastilla y la hace más soluble en agua.
Para aguas excesivamente duras que apenas se puedan beber, utilizad una pizca de bicarbonato cuando enjabonéis el cabello y aclarad con agua
mineral y unas gotitas de limón, terminando con el bálsamo capilar. Aun así, el
pelo no va a responder igual pero estará sano y fuerte. Dejad las “siliconas
capilares” para ocasiones puntuales.
La crema es de aceite de argán, jojoba, sésamo y karité. Lleva
óxido de zinc, filtro mineral natural considerado como uno de los mejores
ingredientes activos para un protector solar. Aunque soy más partidaria de
utilizar prendas ligeras y de algodón cuanto se está expuesta al sol. Y echad números, cuanto más clara y sensible sea vuestra piel menos tiempo de radiación
solar, buscad el equilibrio que os permita tener una piel sana y ligeramente
bronceada.