Inspirado en uno de mis desayunos preferidos, kéfir con polen. Sus bolitas anaranjadas dejan un color amarillo pálido en la leche y bueno, me gustó el tono para un jabón y más los beneficios que aporta a la piel. Sabéis que no hace mucho se hizo un estudio sobre qué comer en caso de catástrofe y entre algunos alimentos como el cuero, grasa del horno, cartón, etc., se encontraba el jabón. Pues éste sería muy nutritivo.
En la composición del polen encontramos proteínas, antioxidantes, vitaminas (B1, B2, B3, E) y minerales K, estupendos estimulantes para la producción de las defensas naturales.
El propóleo funciona muy bien en tratamientos contra el acné. Es antibacteriano (las abejas lo utilizan para mantener las colmenas libre de hongos y bacterias) y regenerativo, mejora las pieles dañadas por el uso de detergentes y otras sustancias irritantes para la piel.
Con los aceites que lleva, oliva, argán, coco, manteca de cacao y cera virgen de opérculo, no se puede pedir más a este jabón.